Natural de Córdoba (1976), en la actualidad reside en Pozoblanco, donde es profesor de Lengua Castellana y Literatura, pese a que ahora no ejerce como tal porque lleva dos cursos trabajando en el CEP. Desde hace años, compagina su labor de profesor con la creación literaria. Hasta el momento ha publicado cuatro libros de poesía (Los lugares públicos, Las ventanas de invierno, Perímetro de la tarde y su nuevo libro, Vértices). Además, es autor de dos libros de relatos (Los que miran el frío y El extraño escritor y otras devastaciones).
Sería
pretencioso por mi parte poner una edad concreta. Desde que tengo memoria me
recuerdo leyendo. Mis padres y la escuela hicieron de mí un lector. Una
antología escolar que llevaba por título Antos, editada
por Anaya, y los cómics fueron mi puerta de acceso a la literatura. Luego
vendrían las historias de los Cinco, de los Hollister, de Jim Botón o de
Stevenson. Y, cómo no, la biblioteca básica de Salvat. Con 11 años descubrí la
magia de la poesía con Bécquer y Espronceda, primero, y Juan Ramón Jiménez y
Antonio Machado, poco después.
¿Cuándo decidió escribir? ¿Por qué?
La primera
vez que acudí a la escritura fue para contar mis sentimientos, como es normal.
Escribí unos poemas de amor a una compañera de clase de la que estaba
enamorado. Yo tenía 12 años. Afortunadamente, quemé esos poemas.
¿Cómo fueron sus inicios como escritor?
Durante
mi primer curso de Filología Hispánica, en Córdoba, tuve la suerte de conocer a
un grupo de jóvenes con inquietudes literarias. Nos reuníamos por los bares de
la ciudad y hablábamos, entre otros muchos temas, de literatura. Comenzamos a
pasarnos nuestros textos y a recomendarnos diferentes escritores y libros. En
ese momento empecé a sentir la necesidad de escribir para que alguien me
leyese.
Pese a lo
que pueda parecer por las noticias acumuladas en los últimos meses, mis inicios
han sido muy difíciles y cada pequeño logro me cuesta mucho. Nadie te regala
nada en esta vida. Escribir es una carrera de fondo. Yo he corrido cinco medias
maratones y sé el esfuerzo y el entrenamiento que hay detrás de cada zancada
hasta llegar a los 21 097,5 metros. Para conseguir algo hay que esforzarse
mucho y no desfallecer ante las adversidades. Si de algo estoy orgulloso de mi
trayectoria literaria, es de mi cabezonería. Soy un escritor lento, sin prisas,
que prefiere ir dando pasos firmes aunque eso implique ir despacio. De momento,
con Vértices he conseguido el sueño de publicar en
Visor, tal vez la editorial más importante en España e Hispanoamérica.
¿Cuáles son sus autores/as preferidos/as?
¿Cuáles de ellos pueden considerarse sus maestros? ¿A cuáles recomienda leer?
Depende
de los días. La patria de todo escritor son sus lecturas. Uno va creciendo a
través de la voz de otros hasta conseguir forjar su propia voz. Para acercarse a la
literatura son muy útiles las antologías, pues, a partir de ellas, se puede
profundizar en la obra de los autores que más nos atraigan.
La lista
sería interminable y habría olvidos imperdonables de escritores y escritoras
que me han marcado. Por eso citaré solo mis lecturas germinales, mis cimientos.
Como poeta, debo citar a Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado; como cuentista,
a Borges, Cortázar y Kafka. A partir de ellos se construye un edificio múltiple
y heterogéneo. De los poetas y narradores actuales, siento una especial
predilección por Antonio Cabrera, Basilio Sánchez, Joan Margarit, José María
Merino, Adam Zagajewski o
el recientemente fallecido Yves Bonnefoy.
¿Qué género literario le gusta leer más? ¿En
qué género literario se encuentra más cómodo escribiendo?
Por
supuesto, poesía y cuento. Según el estado de ánimo, me enfrasco en un buen
poemario o en un libro de cuentos. A la hora de escribir, lo primero que me
planteo es qué quiero contar y desde qué punto de vista. Analizado este
principio, decido si me viene mejor el molde del verso o del cuento. Me
encuentro cómodo en los dos géneros, pues entre ambos hay muchos vasos
comunicantes. Además, mi forma de trabajarlos es similar. Corrijo y pulo
continuamente. Entro y salgo del texto. Lo dejo reposar y vuelvo sobre él una y
otra vez. Mis dos obras más significativas son El extraño escritor y Vértices, dos
proyectos que han convivido en el tiempo y entre los que hay múltiples
conexiones. No obstante, soy consciente de que se me conoce más como poeta y de
que, sin duda, mi proyecto más logrado es Vértices.
De todos los libros que ha escrito, ¿cuál es el libro que más le ha
gustado escribir?
Vértices, sin duda.
Paradójicamente ha sido la obra más placentera, pero, también, la más difícil
de escribir, pues al ser un poemario de cierto tono celebrativo, dedicado a mis
hijas, me ha costado distanciarme de las emociones experimentadas para, a
partir de ellas, crear un producto artístico y no una simple confesión
sentimental.
Con respecto a “Vértices”, el poemario que acaba de
publicar, ¿cómo surgió la idea de escribirlo y en qué se ha basado para
hacerlo?
Vértices nace de la
necesidad de contar que siente un hombre de hoy al ser padre, las
incertidumbres y la redefinición de fronteras que supone cualquier acto de amor
–y el amor hacia una hija es el amor más puro que pueda existir-. Uno nunca
sabe si está del todo preparado para ser padre, nadie te dice qué debes hacer,
y tanto la perspectiva desde la que se ve la vida como el foco de atención
cambian radicalmente.
Sin lugar
a dudas. No solo por la depuración del discurso y la riqueza expresiva, sino
también porque supone un ahondamiento en los principios que sustentan mi
poética y en mi propia interioridad.
¿Tiene pensado seguir escribiendo? ¿Cuál es
su próximo proyecto?
Por
supuesto. Escribir es una forma de estar en el mundo. Sin embargo es la primera
vez en veintidós años que no estoy inmerso en ningún nuevo proyecto literario.
Me he quedado tan vacío después de dar a la luz El extraño escritor y Vértices, que
siento que debo parar y reflexionar acerca de los principios sobre los que
sustento mi obra y los nuevos caminos por los que la voy haciendo discurrir. Sí
me gustaría publicar en 2018, que se cumplen 20 años de la aparición de mi primer
cuaderno, una antología, pero eso no depende de mí.
De todas
formas no tengo prisas en escribir un nuevo libro. Estoy convencido de que
cuando un escritor no tiene nada nuevo que decir, lo mejor que puede hacer es
callarse. Solo desde el silencio y la reflexión se puede crecer.
Este año ha sido muy intenso para usted ya
que ha publicado dos libros, uno de los cuales ha recibido un importante premio, y ha sido nombrado miembro de la Real
Academia de Córdoba. ¿Qué balance haría de este año?
Literariamente
ha sido un año inolvidable. Se me antoja irrepetible. Casualmente, ha sido un
año en el que han dado sus frutos muchos años de trabajo en silencio y soledad,
que es como un escritor tiene que entregarse a la creación. Coinciden dos
libros en el mismo año, pero detrás de El extraño escritor hay cinco años y medio de escritura y
reescritura mientras que Vértices son nueve años de desvelos e
ilusiones, de avances y de parones, de cambios y correcciones.
Noelia Navarrete Torres, Natalia Medina Abril y Antonio Luis Díaz Blanco (2ºB/B)
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