Durante
el acto de despedida de don Antonio Tamajón, que tuvo lugar el pasado 28 de junio, fue su compañero del departamento de Física y Química, don Álvaro González, quien antecedió en la palabra al homenajeado con un emotivo discurso. Fue este:
"Antonio, como acabas de
descubrir, me han encargado decir unas palabras de despedida.
Como sé que esto te causa más o
menos la misma vergüenza que a mí, no me extenderé mucho. Tan solo lo
suficiente para decirte algunas cosas que me gustaría que supieran todos los
compañeros y compañeras que hoy están aquí presentes.
Como casi todos conocen tu
vertiente profesional, únicamente diré que va a ser difícil encontrar a alguien
que pueda igualar la dedicación y entusiasmo que le has puesto a tu trabajo.Tu
empeño personal en aportar nuevos enfoques al aprendizaje de las ciencias; tu
obsesión por hacer atractivas tus clases a tus alumnos y alumnas; tu búsqueda
constante de innovaciones tecnológicas que pudieran facilitar, amenizar y
motivar al alumnado en su aprendizaje han sido incansables a lo largo de los
más de treinta años que has estado con nosotros. Treinta años que son media
vida, Antonio. Media vida que has dedicado a nuestro Instituto y que ha dejado
en él una huella imborrable. Va a ser difícil que los que te hemos conocido
podamos olvidar fácilmente todo lo que has aportado.
Es imposible, Antonio, que
pasemos por la puerta del taller de vídeo sin imaginarte en ese minúsculo
cubículo, rodeado de vídeos, disquetes, libros y papeles, siempre ocupado en pasar
algunas fotos que alguien te había pedido que le grabases, o en hacer alguno de
tus más de doscientos vídeos didácticos dedicados a la divulgación científica,
o en subir al blog del centro algunas de las actividades que en él se habían
realizado y de las que tú has sido cronista fotográfico a lo largo de todos
estos años.
Porque no ha habido ninguna cosa
que se te haya pedido que te hayas negado a hacer; ninguna tarea para la que,
sabiendo que eras siempre la persona indicada para poder hacerla y no teniendo
ninguna alternativa rápida para poder salir del paso, te pidiéramos colaboración,
y no encontrásemos tu apoyo. Siempre contábamos con tu buena disposición para
asesorarnos y ayudarnos a terminar cualquier empresa que tuviéramos entre manos,
ya que, en el caso de los vídeos y las fotografías, y algunas otras cosas más…,
tu ayuda constituía la mejor garantía para alcanzar nuestros objetivos con
éxito.
Y es que, Antonio, de verdad, en
dedicación y trabajo igualarte no es que no sea fácil, es que es prácticamente
imposible. Yo, que he tenido la suerte de compartir contigo algunos de estos
años en el Instituto, los últimos 18 para ser precisos, tengo que decir que tu
ritmo de trabajo era simplemente imposible de seguir, y aunque a veces
intentaba ponerme a rebufo a ver si cortándome un poco el viento era capaz de
seguir tu rueda, ya sabes, el efecto Ventura..., pero ni aún así, al poco rato
ya me tenías desfondado, dando pedaladas cansinas y parándome a por agua. Será
que lo mío es más correr que la bicicleta…
Y es que solo hace falta buscar
en YouTube las palabras mágicas, “Física Divertida”, sin especificar nada más,
para que aparezcan de repente docenas de vídeos en los que un señor con bata
blanca y acento de Baena explique desde su Instituto de Pozoblanco, acompañado
por un grupo de alumnos y alumnas vestidos con camisetas blancas en las que se
podía ver el nombre de nuestro centro y las palabras Física Divertida, algunos
de los insondables misterios que encierran los fenómenos físicos de nuestra
vida cotidiana.
No sé, Antonio, quién fue el que
inventó la lata de refrescos como alternativa moderna al clásico botellín. Sí,
ya sabéis, esas latas de 33 ml en las que se envasan las bebidas, pero no creo
que sus inventores imaginaran que las latas pudieran servir para explicar
tantos principios físicos diferentes. En tus manos y las de tus alumnos y
alumnas, lo mismo servían para explicar conceptos relacionados con la presión
atmosférica, que con la dinámica de los fluidos o con el equilibrio de objetos
en el campo gravitatorio terrestre. Y es que nunca pediste al centro aparatos
carísimos y sofisticadísimos para divulgar la ciencia. Lo tuyo siempre fue
material reciclado y casero, que en algún caso incluso creo que traías sin que
Pilar, tu mujer, se hubiese enterado, porque también ella lo necesitaba, pero
te hacía falta para tus experimentos, y eso para ti era prioritario.
Y es que tu generosidad en tu
trabajo ha sido una constante, y nunca tuviste ningún reparo en aportar todo lo
que pudieras poner tú y ahorrar al centro. Generosidad que, tengo que decirte,
Antonio, incluso me ha hecho pasar alguna que otra vergüenza, como la de que
siempre dijeras en público: “Los vídeos que hemos hecho en el departamento” o
“los vídeos que hemos hecho Álvaro y yo”, cuando todo el mundo sabía que los vídeos
los hacías tú.
Y es que, Antonio, si cito la
generosidad en tu trabajo como una de tus características más positivas, entro
ya en el terreno de tus cualidades como persona. Esperando no abochornarte
demasiado al decir lo buena persona que eres, te recordaré una anécdota de mi
primer año contigo, de la que no sé si tú te acordarás. Estábamos de reunión,
en el taller de vídeo y, por algún motivo, salió a relucir tu amistad con un
compañero, que era Gregorio, y tú me comentaste que erais amigos a pesar de lo
diferentes que resultaban vuestras ideas, ya que tú eras católico practicante,
monárquico y del PP, y Gregorio era comunista, ateo y republicano. Yo recuerdo
que en ese momento me quedé petrificado de la impresión, y que solo acerté a
decir algo así como que mis ideas estaban un poco más cerca de las de Gregorio
que de las tuyas. Te aseguro, Antonio, que lo primero que pensé cuando me
contaste aquello fue: “Pero ¿cómo puede ser tan buena persona siendo todas esas
cosas?”. Claro que, aunque yo también era comunista, ateo y republicano, ya
entonces sabía que a las personas no las hacen buenas sus ideas, sino sus
intenciones, y que buenas personas las encuentras en cualquier sitio. Pero sí
reconozco que, dentro de los prejuicios que a veces tenemos sobre los demás,
con frecuencia cometemos el error de prejuzgar cómo es una persona, sin saber
que los más diferentes a nosotros pueden aportarnos mucho más que los que se
nos asemejan.
Y es que no es difícil exagerar
cuando se constatan tus cualidades personales, Antonio. Estoy seguro de no
hacerlo cuando digo que eres una de las mejores personas que he conocido, y no
creo ser el único que lo piensa. Todos los que te conocen pueden corroborar que
en generosidad, amabilidad, entusiasmo, optimismo, habrá pocas personas que
puedan igualarte. También en tu capacidad casi infinita para perdonar las cosas
que te disgustan será difícil igualarte, así como en tu habilidad para hacer
buenos a los que te rodean, logrando que, con frecuencia, se sientan mucho
mejores de lo que ellos mismos consideran ser.
Y es que esas cualidades que te
caracterizan, siendo buenas en todos los aspectos de la vida, son especialmente
importantes en nuestra profesión. No es casualidad que muchos de nuestros
alumnos y alumnas te recuerden con un cariño fuera de lo común. No es si no la
consecuencia de muchos años de intentar mejorar como persona y de intentar
hacer mejores a nuestros estudiantes lo que ha hecho que para muchos de
nuestros alumnos y alumnas seas un auténtico ejemplo del profesor a quien
recordarán con afecto y gratitud toda su vida. Y es que, en definitiva, hacer
buenos a nuestros alumnos y alumnas es tan importante o más que el que aprendan
Física, Matemáticas o Latín. Y en eso, Antonio, como en tantas otras cosas,
habrá pocos profesores que puedan igualarte.
Y ya que te he abochornado
bastante diciendo todas estas cosas de ti; que, aprovechándome de tu paciencia,
me he extendido más de lo que sé que tú hubieras querido, estoy convencido de
que en tu infinita capacidad para perdonar, también me vas a disculpar que te
diga lo que viene a continuación.
Termino, Antonio, haciéndote
saber lo que no he dejado ni un solo minuto de pensar en los dieciocho años que
te he tenido trabajando a mi lado: que eres el mejor compañero que he tenido
nunca; que te estoy y te seguiré echando muchísimo de menos; que espero que las
personas que, de aquí en adelante, ocupen tu plaza de profesor sean tan solo la
mitad de buenas personas de lo que tú has sido, porque eso constituirá ya una
garantía de que serán unos fantásticos compañeros; y que, aunque ya no vengas
todos los días lectivos a fichar al “Antonio María Calero”, y puesto que la
farmacia de Pilar está muy cerca del centro, no dejes de venir siempre que
quieras; que ese laboratorio de Física será siempre tu laboratorio; que este
Instituto será siempre tu Instituto y que cada día que aparezcas por allí será
siempre un gran día, porque nos acordaremos de todo lo bueno que nos has
aportado y eso solo lo hará ya grande.
Muchas gracias por todo, Antonio,
y muy feliz jubilación".
Rosa Galeano Cuenca
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