Carolina
Coronado nació hace 200 años en Almendralejo en una familia de ideología
progresista. El pasado 12 de diciembre se cumplía el bicentenario de su
nacimiento, pero el pasado 15 de enero se cumplió también 110 años de su
fallecimiento.
Fue una
autora española, autodidacta y de gran sensibilidad. Desde pequeña mostró su
interés por la literatura y comenzó a leer, robando horas a su sueño. Fue la
tercera de nueve hermanos a los que dedicó algunos de sus poemas. Tocaba el
arpa y el piano. A los cuatro años se trasladó a vivir a Badajoz al ser su
padre encarcelado por cuestiones políticas. Llevó una vida revolucionaria ya
que en 1838, en plena guerra civil, Carolina Coronado emprendió con entusiasmo
el bordado de una bandera para un batallón creado para defender el trono de
Isabel II. A Carolina le tocó librar una doble batalla: la de haber nacido en
una región periférica, en un pueblo de la España del siglo XIX, con una
mentalidad anclada en las viejas tradiciones y una sociedad dominada exclusivamente
por el hombre, y la de haber nacido mujer y querer dedicarse a la literatura.
Carolina
Coronado desde su niñez ya mostraba en sus escrituras los rasgos típicos de la
creación romántica. En sus primeros versos la emoción vencía a la razón.
Escribió novelas y obras teatrales con predominio de temas históricos,
compromiso social y defensa social y cultural de la mujer. Sus primeros poemas
datan a la temprana edad de 9 años, con un lenguaje algo desaliñado e incluso
con errores léxicos y ortográficos, pero espontáneo y muy sentimentales,
motivado por amores imposibles. Tenía trece años cuando Espronceda le dedicó
unos versos. Fue amiga de Robustiana de Armiño y del poeta Quintana, y aparece
varias veces como protectora de las autoras nacidas en su provincia.
Sus primeras
composiciones fueron poesías, la primera de ellas fue publicada en 1839, el
diario El Piloto se titula A la palma. En el siglo XIX, Carolina
escribió y publicó un poema, El marido
verdugo, donde hacía referencia a la violencia de género, lo que hoy en día
es una muerte muy frecuente entre las mujeres. En sus textos también describió
a su querida Extremadura. Su producción literaria fue diversa pero no muy
amplia, con novelas como Jarilla o Luz; y obras como Los genios gemelos, Alfonso IV de León, El cuadro de la Esperanza, El
divino Figueroa o La exclaustrad.
Sus poemas publicados entre 1844 y 1847 en los que la Coronado denuncia la
situación de marginación en que vivían las féminas, como La flor del agua.
La
poeta feminista del romanticismo defendió los derechos de las mujeres en sus
poetas y creo una red de sororidad para apoyar a las poetas jóvenes contra la
discriminación. Esta feminista se enfrentó al machismo de su época. Fue pionera
de la igualdad y abrió las puertas del mundo intelectual a las mujeres. El
feminismo de Carolina Coronado no se quedó solo en sus versos. Quizás por esa
experiencia suya de luchar contra todo tipo de barreras, se dedicó a ayudar a
otras jóvenes poetas a llegar hasta los periódicos, a conocerse y a publicar,
presentándoles a editores y prologando sus libros.
Carolina fue una mujer que lucho por conseguir un papel de igualdad entre personas. Vivió en una época donde, lo que hoy es el machismo, por esos entonces estaba bien visto. Ella abrió muchos caminos a las que hoy en día somos mujeres, para que nosotras pudiésemos correr y no caminar. Uno de sus poemas, Libertad, trata del punto de vista que Coronado tenía de la sociedad, y donde hace un llamamiento a la búsqueda de la libertad para todos los individuos independientemente de ser hombres o mujeres, pero hace también una crítica al papel masculino de la época.
LIBERTAD
gozosos están los viejos
porque dicen, compañeras,
que hay libertad para el
pueblo.
Todo es la turba
cantares,
los campanarios
estruendo,
los balcones luminarias,
y las plazuelas
festejos.
Gran novedad en las
leyes,
que, os juro que no
comprendo,
ocurre cuando a los
hombres
en tal regocijo vemos.
Muchos bienes se
preparan,
dicen los doctos al
reino,
si en ello los hombres
ganan
yo, por los hombres, me
alegro;
Mas, por nosotras, las
hembras,
ni lo aplaudo, ni lo
siento,
pues aunque leyes se
muden
para nosotras no hay
fueros.
¡Libertad! ¿Qué nos
importa?
¿Qué ganamos, qué
tendremos?
¿un encierro por tribuna
y una aguja por derecho?
¡Libertad! ¿de qué nos
vale
si son los tiranos
nuestros
no el yugo de los
monarcas,
el yugo de nuestro sexo?
Isabel Pastor López (2º BA)
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