El pasado 28 de junio, tuvo lugar el acto de jubilación de don José Luis González, profesor de Ciencias Sociales de nuestro centro hasta comienzos del presente curso escolar. En él comenzó tomando la palabra su
compañero y amigo don José Mª Escribano, quien hubo de pronunciar sentado el discurso que le había dedicado al hallarse aún convaleciente de su lesión en el pie.
Esto fue lo que dijo:
"JUBILACIÓN DE JOSÉ LUIS GONZÁLEZ PERALBO. 28 de junio de
2017
Estimados compañeros y compañeras. Apreciadas
familias.
Hoy rendimos merecido homenaje a la dilatada trayectoria
profesional de Antonio Javier Tamajón Flores, Rafael Jiménez Secilla y José
Luis González Peralbo, tres “pesos pesados” de nuestro claustro. No es que
precisamente ellos hayan descuidado su físico, pues es evidente que están
hechos unos auténticos “yogurines”. Lo cierto es que entre los tres…
(Tranquilos, que no voy a decir los kilos que pesan, ni siquiera los años que
suman, aunque esto último es bastante fácil de aproximar, teniendo en cuenta lo
que hoy celebramos, si aplicamos la fácil multiplicación de 3X6, 18),…decía
que entre los tres podrían escribir una historia bastante completa de lo que ha
sido y lo que ha significado para Pozoblanco y su comarca, nuestro querido
instituto en sus, creo que 37 años de andadura.
Me piden desde la directiva que dirija unas palabras a José
Luis, con motivo de su jubilación, y yo, a pesar de “mi mala pata” de este
final de curso, no puedo negarme por muchas razones. La tarea no es fácil pues
se trata nada más y nada menos, que de dirigir unas palabras, al que ha sido
uno de los “despedidores oficiales” en algunas de las últimas jubilaciones que
hemos celebrado. Las palabras de José Luis en esas ocasiones, siempre han
estado llenas de ingenio, talento y cariño hacia los compañeros jubilados.
Está claro que mi torpe discurso, nunca estará a la altura
de los de otras ocasiones, y es que “los de ciencias”, salvo honrosas
excepciones, adolecemos de la falta de oratoria necesaria para estos casos.
Solemos ser demasiado directos y no utilizamos la retórica de nuestra lengua,
con la soltura de los literatos y gente de letras. Aun así, se hará lo que se
pueda.
Mi historia común con José Luis comienza allá por septiembre
de 1.989: Un joven profesor de dibujo (yo), llega a nuestro instituto cargado
de ilusiones y ganas de “comerse el mundo”, o de que el mundo se lo comiera a
él, pues en ese curso escolar 89-90 y a pesar de venir con destino definitivo
como profesor de dibujo, de las 18 horas lectivas semanales, impartí 16 de
matemáticas y tan sólo 2 de dibujo. Pues bien, en José Luis, que ya era
veterano en el centro, tuve desde el primer momento y de manera incondicional,
una magnífica acogida y un trato fácil y sencillo, que siempre son de agradecer
cuando llegas novato e inexperto a un sitio. Después he tenido la suerte de
compartir todo esto durante 28 cursos escolares. Pero él ya tenía bastantes
páginas escritas en su historia personal, antes de que yo lo conociera.
José Luis es el quinto de seis hermanos, (y ya sabéis el
refrán: “No hay quinto malo”) que crecieron en el seno de una familia de
tradición panadera. Y, aunque a buen seguro todos ellos aprendieron el oficio,
pues entonces los hijos siempre ayudaban cuando se trataba de un negocio
familiar, ninguno siguió los pasos de sus antecesores. Desde pequeño, mostró
interés por el conocimiento de la historia, esto le llevó a estudiar y obtener
la licenciatura de Filosofía y Letras, en -Geografía e Historia- por la
universidad de Córdoba en 1.979. Al año siguiente y mediante oposición libre,
celebrada en Madrid, obtiene plaza de profesor. Por aquel entonces la Junta de
Andalucía no había alcanzado aún las dichosas “competencias” y por lo tanto,
¡“ni promocionaba”, “ni titulaba”! … después, un curso escolar en
Peñarroya-Pueblonuevo, tres en Hinojosa del Duque y desde 1.984, treinta y tres
cursos escolares, en el IES Antonio Mª Calero de Pozoblanco. En el 2.000
obtiene la condición de catedrático.
Su pasión por la historia y la investigación le ha llevado a
desarrollar otras muchas actividades: Ha sido profesor tutor en la UNED hasta
el curso 2.014-2.015, ha dado conferencias y ha colaborado de manera asidua en
publicaciones locales y comarcales, pertenece a la “Asociación para la Defensa
del Patrimonio Histórico de Pozoblanco”, Piedra y Cal, es autor del libro
“Memoria de una clausura. Religiosas pozoalbenses en el convento de Santa Clara
de Belalcázar” y junto a Antonio Vizcaíno y Emilio Luque, se embarcó en la gran
tarea de publicar las obras completas del titular de nuestro instituto, Antonio
Mª Calero Amor, recogidas en cuatro volúmenes con prólogos de Artola, Donézar,
Pérez Ledesma y Cuenca Toribio, ejemplo de un trabajo bien hecho, para el cual
fueron necesarios muchos esfuerzos así como la colaboración y la ayuda del
ayuntamiento de Pozoblanco, la Universidad Autónoma de Madrid, donde trabajaba
Calero y, por supuesto, de la familia y compañeros de universidad del mismo.
Además es coautor de la Guía Histórico-Artística “Un paseo
por Pozoblanco” del año 2.009, integrante del Jurado de los Premios Literarios
y de Investigación y Miembro de la Comisión de Publicaciones del Excmo.
Ayuntamiento de Pozoblanco. Ha actuado como Director, coordinador o ponente en
jornadas de historia celebradas en las vecinas localidades de Villanueva del
Duque y Dos Torres. Fue fundador y miembro del consejo de redacción de ese
ambicioso y fantástico proyecto que durante bastantes años unió a casi todos
los centros de secundaria del valle de los pedroches, la revista de
Investigación Didáctica “Cuzna”. También ha dirigido el proyecto de
digitalización del fondo comarcal de protocolos notariales, depositado en el
Archivo Municipal de Pozoblanco y en la actualidad se le ha encomendado la
dirección del proyecto de digitalización del Archivo Municipal de Dos Torres.
Todo esto lo ha llevado a cabo, como a él gusta hacer las cosas, sin demasiado
ruido pero con mucho trabajo y constancia.
A José Luis, tengo que agradecerle personalmente, su
profundo conocimiento de la genealogía pozoalbense, y que haya tenido la
deferencia de elaborar el árbol genealógico de mi familia, remontándose, por la
rama paterna, a lo largo de doce generaciones, hasta llegar a finales del siglo
XVI. Un trabajo minucioso y completo, muy de su estilo.
Está felizmente casado con Emi, desde 1983. Tienen dos
hijas, Leticia e Inmaculada, que en la actualidad son dos mujeres, muy guapas,
a la vista está, con una gran formación y una envidiable independencia, que a
buen seguro, sabrán valorar en su justa medida; y por encima de todo eso, el
amor de sus padres y todo lo que han aprendido de ellos.
Con José Luis, Emi y algunos amigos más, he tenido la suerte
de compartir algunos viajes, normalmente en el puente de febrero, plagados de
anécdotas y buenos momentos. Seguro que recordaréis la habitación que os
asignaron en el hotel de Amsterdam, en la que no había sitio ni para dejar la
maleta, pues la cama ocupaba toda la habitación. La cama era normal, la que era
pequeña, era la habitación. Las reservas por internet tenían a veces estas
cosas. A los dos minutos de repartirnos por las habitaciones, mientras Salud y
yo deshacíamos el equipaje, os presentasteis en la nuestra para comprobar si
era igual. Por suerte para nosotros, la nuestra tenía unas dimensiones
“aceptables”. A pesar de todo ¡qué buen viaje disfrutamos! Eso sí, frío “pa
reventar”. También recordaréis el pánico de algún miembro del grupo a subir en
avión, haciendo falta en algunos casos, para poder hacer el viaje, incluso
suministrarle drogas (claro está, legales). Ha sido un privilegio haber
descubierto en vuestra compañía, el British Museum de Londres, la Mezquita Azul
o el Gran Bazar de Estambul, el Barrio Alto de Lisboa, el Puente Carlos de
Praga o la isla Margarita de Budapest, entre otros, pero sobre todo ha sido un
auténtico lujo, haber compartido muchos momentos de estos viajes con vosotros.
Ahora quedan, muchos y buenos recuerdos.
En su trayectoria docente, José Luis ha sido de todo: tutor,
jefe de estudios, coordinador de biblioteca, jefe de departamento, tutor de
prácticas del profesorado y vocal de centro en las pruebas de Acceso a la
Universidad... En alguna ocasión incluso le tocó la ingrata labor de formar
parte de un tribunal de oposiciones para Profesores de Enseñanza Secundaria.
Vamos, de todo.
A decir de sus alumnos, “don José Luis explica muy bien”. Yo
añadiría que se explica “como un libro abierto”, un libro con abundantes notas
a pie de página, que solo las puede aportar, aquel que conoce en profundidad lo
que está explicando. Por eso se puede permitir el lujo de acompañar sus
explicaciones en clase, con todo tipo de comentarios, anécdotas e incluso
chistes. Su sentido del humor, la mayoría de las veces fino y socarrón, acaba
calando en sus alumnos y alumnas, que al principio, claro está, “ni las
huelen”. Este sentido del humor le lleva incluso a bromear sobre su particular
pronunciación de la “R”.
Os cuento, para terminar, que después de llevar tres cursos
escolares en nuestro instituto, en el año de la Expo de Sevilla y las
Olimpiadas de Barcelona, fui nombrado jefe de estudios dentro de una directiva
muy joven, en la que todos rondábamos los treinta años, yo ni siquiera los
había cumplido. Cuento esto porque, como jefe de estudios, me tocaba hacer los
horarios, entonces sin programas informáticos, con “chinchetitas” de colores y
rotuladores permanentes, en un corcho en el que llegábamos a colocar más de
1.500 y digo llegábamos a colocar, porque José Luis colocó muchas de aquellas
chinchetas conmigo. Entonces los cupos definitivos no los conocíamos hasta
mediados de septiembre y el curso empezaba el lunes después de feria. Muchas
horas de aquellos días de feria, las pasábamos haciendo horarios,… ¡vaya
ferias! Yo lo hacía por obligación, pero en el caso de José Luis de manera
completamente altruista. Recuerdo que en el curso escolar 94-95, había
matriculados en el centro más de 700 alumnos y alumnas, la cifra más alta de
toda su historia y el claustro lo componíamos, creo que más de 70 profesores y
profesoras. A todo esto el centro no disponía aún de sus dos últimas
ampliaciones, por ejemplo no teníamos ni SUM, ni cafetería y había muchas aulas
menos que ahora. ¡Me parece mentira que aquello funcionara!
Podría seguir contando muchas cosas más pero no quiero
aburrir al personal. Y es que con los homenajeados de hoy, hasta la canción de
Gardel, se queda chica, “Que veinte años no es nada”. Ni 20, ni 30… Ahora
dispondréis de más tiempo para poder seleccionar y disfrutar de aquellas
iniciativas y actividades que os gustan o simplemente, de las que más os
apetezcan.
Suelo decir que en nuestra profesión, llegado el momento de
la Jubilación, algunos terminan “más quemaos que la pipa un indio” y pidiendo
la hora, por el contrario otros terminan como quien dice “sin despeinarse”, con
la ilusión del principio y mucha experiencia acumulada. Supongo que habrá
estados intermedios, “chusmascaos”, “quemaillos”, al punto, etc. En el caso de
José Luis y de sus dos compañeros de terna, Antonio y Rafa, me es grato
reconocer públicamente que terminan su etapa de docencia activa, de manera
ejemplar, disfrutando de su trabajo y entregando lo mejor de ellos cada día.
Durante sus muchos años de profesores “en activo” han derrochado trabajo,
profesionalidad, compromiso, disponibilidad, paciencia, responsabilidad, ética
profesional, humildad, cercanía, respeto, creatividad, superación y entusiasmo.
Por todo ello pueden despedirse con una gran satisfacción y “saludando al
tendío”.
Compañeros, amigos, os deseo lo mejor. Familias,
enhorabuena".
José Mª Escribano Cabrera
Seguidamente, fue el turno de don José Luis González, quien, haciendo gala del ingenio que tantos/as compañeros/as echamos de menos ahora que no está en el Centro y que quizá sea una de sus señas de identidad más destacadas, dedicó estas palabras a todos los asistentes:
"Apreciados
colegas, entrañables compañeras, querida familia. Gracias por acompañarnos en
esta celebración.
José
María, muchísimas gracias por las elogiosas palabras que me has dedicado y por
el esfuerzo extra que ha debido suponer el percance sufrido. Imagino que tu
intervención la habrás preparado pasito a pasito.
Como
decía mi tío Rodrigo, que era cura, sermones los justos.
Pero
ahora me vais a oír.
Dicen los
más doctos y sesudos cretinos que llegar al estado de jubilados es una
situación gozosa, feliz, casi sublime, porque no en vano jubilación
viene de júbilo. Vamos, que en lugar de vendernos drogas sicodélicas
para alcanzar el nirvana, ahora resulta que nos van a licenciar a todos. Cómo
se nota que no han consultado un diccionario de la lengua española en la vida. Jubilado:
retirado, arrinconado, separado, alejado, excluido, inactivo, pasivo, relegado,
desechado… No sigo porque da grima.
Toca,
pues, despedirse. La de escribir epitafios es una tarea bastante complicada,
especialmente si la víctima eres tú mismo. Pero bueno, con tal de llenar el
tiempo muerto habrá que pensar en el Ave Fénix, en algún tipo de reencarnación
o bien en la resurrección, resurrección anticipada por supuesto que para
eso cotizamos al régimen de clases pasivas.
Habéis
preguntado estos días: ¿Y ahora qué? Es difícil responder. Para
ofreceros una pista sobre lo que se siente y sobre mi estado de ánimo os diré
que hemos empezado el banquete con una pequeña muestra de nosotros mismos, un
poco de fiambre.
Ya más en
serio.
En la
vida cada cosa tiene su tiempo, hay etapas que concluyen pero también caminos
que se abren. Lo positivo, lo esencial de cada momento, consiste en saber
aprovechar las oportunidades. Ahora se cierra otra puerta más pero hay todavía
mucho campo abierto, mucho openfield en modalidad bilingüe.
La
jubilación se aproxima y yo me imagino esa jornada como la del día de Reyes:
todos estamos deseando ver los regalos pero al final más de uno pensará que
mejor no haberlos abierto.
Decir
adiós a la profesión es como asistir a una obra de teatro: habrá sido excelente
o todo lo contrario, te puede haber gustado o no, la habrás interpretado de
forma genial o de modo lamentable… pero cuando cae el telón comprendes que te
tienes que marchar.
He sido
profesor durante 37 cursos completos, de ellos los 33 últimos en nuestro
instituto, el Antonio María Calero. He asistido a su fundación, lo he visto
crecer y ampliarse. Y no sólo de forma material, también a nivel humano. He
trabajado, he aprendido y he disfrutado, pero siempre lo he hecho en vuestra
compañía y eso, sin duda, es lo más importante. Me siento identificado con este
instituto, con su profesorado y con todo el personal que trabaja en él. También
con los chicos y chicas que lo han elegido para formarse y labrar su futuro,
tengo la seguridad de que hemos puesto todo nuestro empeño en no
decepcionarlos.
La verdad
es que no tuve tiempo para pensar que sería profesor. Subí en marcha al primer
tren laboral que pasó ante mí y la estación donde se detuvo se llamaba Enseñanza.
He seguido viajando en el mismo tren por la Geografía y la Historia durante
casi cuatro décadas y ahora arribo a la estación Término. No hay más, sé
que he de bajar pero lo hago con la satisfacción de comprobar que he
aprovechado el viaje, que la vida sigue, que hay acoplados en este tren nuevos
y atractivos vagones y que a los más veteranos, como a los buenos vinos, la
pátina del tiempo les sienta francamente bien y los ha convertido en casi
legendarios.
Comenzamos
en una caja de zapatos, en un auténtico cuchitril, pero hoy el instituto es una
gran colmena. Nunca me he considerado la abeja reina pero espero que tampoco me
tengáis catalogado como un verdadero zángano. Siempre me he identificado con
las obreras y cuando he trabajado lo he hecho con esfuerzo, con ilusión y con
sentido del deber.
Hoy no
deseo ser un olvidadizo y mucho menos un ingrato. Quiero tener, pues, un
recuerdo para los miles de alumnos que me han curtido, para el magnífico
personal no docente y para los más de quinientos profesores y profesoras con
los que he compartido singladura en este instituto. Y aprovechar la ocasión
para personalizar mi admiración hacia ellos en Antonio y Rafael, viejos amigos
y extraordinarios compañeros, a los que felicito no por la jubilación sino
porque inician una nueva etapa de su vida; ellos representan mejor que nadie el
talento profesional y la excelencia humana que es capaz de aportar nuestro
centro.
También
aprovecho para aplaudir y animar a los que continuáis. Y para dar un cálido
abrazo a los ex que nos acompañan hoy como muestra de la amistad y del
trabajo que compartimos.
A quienes
abandonáis el instituto al finalizar el curso debido a un cambio de destino o
de planes, os deseo lo mejor. Ha sido un placer trabajar en vuestra compañía.
Seguro que en el Calero siempre seréis bien recibidos.
Por
supuesto, no quiero olvidarme de mi familia, de mis padres, de mi esposa y de
mis hijas. Sin su aliento, su ejemplo y su complicidad jamás hubiera llegado a
ser el profesor y la persona que soy. Y conste en acta que mi esposa, Emi, es
la más firme opositora a que me pensione, no las tiene todas consigo,
barrunta algo.
No voy a
negar que parto con cierta nostalgia, pero también lo hago lleno de gratitud y
de cariño. Os agradezco que hayáis compartido una parte importante de mi vida y
que la hayáis allanado cada vez que ha aparecido un contratiempo o una
dificultad. Quizá sea también el momento indicado para pedir perdón por todas
las veces que he metido la pata, que habrán sido muchas. Lo siento de veras.
Me vais a
excusar si no os he aludido de forma personalizada pero quiero que sepáis que
de cada uno tengo atesorados muchos recuerdos y detalles entrañables; los
guardo en la memoria pero, aún más, en el corazón. Ni os imagináis lo que
representáis para mí. Confío en recordaros a todos y a algunos, especialmente a
algunas, os echaré mucho de menos.
Otras
personas ocuparán el lugar que dejamos. Les animo, sin segundas
interpretaciones, a que enseñen todo lo que puedan y a que se sientan
orgullosos de trabajar en el Calero. Pero sobre todo me gustaría que
aprovecharan la ocasión para disfrutar y aprender tanto como yo he disfrutado y
aprendido de todos vosotros.
Os quiero un montón. Que seáis
felices".
Tras ambos discursos, sus compañeros/as del departamento de Ciencias Sociales quisieron despedirse de don José Luis haciéndole entrega de un obsequio.
Rosa Galeano Cuenca