Los seminaristas, uno de ellos todavía de prácticas, nos contaron su situación antes de convertirse en seminaristas. Nos dijeron que ellos no lo sabían, pero estaban perdidos, sin rumbo, hasta que sintieron la llamada de Dios que les pedía entrar en sus corazones. Una vez que lo dejaron entrar, confirman que se sintieron mucho mejor ya que encontraron la felicidad plena en Dios.
Afirman que ser hijo de Dios ya de por sí es algo precioso, pero la sensación de ser bautizado y ser oficialmente un discípulo es simplemente una locura.
Esta actividad se pudo realizar gracias a nuestra profesora de Religión Católica, doña Susana Santos.
Natalia Cano Rubio 2ºBA
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